Mientras Perú, Ecuador y Bolivia están con el agua al cuello, Chile vive una brutal sequía, la peor en las últimas décadas.
En algunas regiones de Chile no llueve desde octubre. Hoy, el país tiene al 40 por ciento de sus municipios declarados bajo emergencia y su sistema de generación hidroeléctrica al límite, lo que dentro de poco podría traducirse en un racionamiento eléctrico en varias regiones, con un grave impacto sobre la industria y los hogares.
En Perú, los aguaceros interminables que han inundado gran parte del país desde enero por culpa del fenómeno de La Niña, ya dejan 15 muertos, 24 desaparecidos, 1.434 damnificados y más de 60 mil viviendas destruidas. Incluso en Lima, donde no es muy frecuente que caiga agua por estar en una zona costera, las lluvias no dan tregua.
En Ecuador, las lluvias más devastadoras de los últimos 10 años han arrasado con la principal provincia arrocera, afectado a 3 millones y medio de personas (el 25 por ciento de la población total del país) y generado pérdidas por unos 200 millones de dólares; lo que obligó al gobierno a declarar que el país enfrenta un «desastre nacional» que desbordó la capacidad de atención del Estado.
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) anunció ayer la solicitud a la comunidad internacional, en nombre de Bolivia, de una donación de 18,2 millones de dólares para proporcionar asistencia «humanitaria urgente» a las víctimas de las inundaciones que afectan al país andino desde noviembre, y que han dejado al menos 57 muertos y damnificado a casi 50 mil familias.
Este es el panorama de la devastación sembrada en América del Sur por el fenómeno de La Niña, que se caracteriza por temperaturas de la superficie del mar por debajo de lo normal e inusualmente frías.
Según el jefe del Departamento de Climatología de la Dirección Metereológica de Chile, «La Niña» se retiraría en junio y podría haber más precipitaciones que en 2007.