La Vicepresidencia de Desarrollo Urbano Sostenible y Cambio Climático de Mercociudades celebra, un año más, el Día Internacional de la Diversidad Biológica y emite un comunicado en el que reivindica la promoción de modelos de desarrollo que protejan, restauren y fortalezcan los ecosistemas desde el respeto de la biodiversidad de los pueblos, las ciudades y las personas. Lea el mensaje a continuación.
«Este 22 de mayo, en el marco del Día Internacional de la Diversidad Biológica, la Vicepresidencia de Desarrollo Urbano Sostenible y Cambio Climático de Mercociudades hace un llamado urgente a la reflexión, el compromiso activo y la acción coordinada, frente al proceso acelerado de pérdida de biodiversidad que afecta gravemente a nuestras regiones y al planeta en su conjunto. En este contexto, es fundamental comprender que la biodiversidad no es un concepto abstracto, ni un tema exclusivo de la agenda ambiental. Se trata, en cambio, de la base funcional y estructural de la vida, de los sistemas ecológicos que permiten la existencia humana en condiciones saludables y sostenibles. El sustento de la vida tal cual la conocemos ahora, fue gracias a la utilización de los servicios ecosistémicos que, con los avances en el conocimiento y la tecnología, fuimos utilizando para garantizar la salud de las personas y la sustentabilidad de las ciudades (agua, comida, electricidad, etc.), entre otras cosas.
Este Día Internacional de la Diversidad Biológica, bajo el lema «Armonía con la naturaleza y desarrollo sostenible», destaca cómo este plan se conecta con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), mostrando que ambas agendas deben avanzar juntas, ya que se apoyan mutuamente.
La biodiversidad comprende la totalidad de formas de vida y las relaciones dinámicas que se establecen entre ellas y el ambiente en el que se desarrollan. Esta complejidad sistémica, no solo configura la riqueza natural del planeta, sino que es también la fuente directa e indirecta de servicios ecosistémicos indispensables como la purificación del agua, la fertilidad de los suelos, la polinización de cultivos, la regulación del clima, el control de enfermedades, la producción de alimentos, la captura de carbono y la resiliencia frente a fenómenos extremos, entre muchos otros.
Sin embargo, en las últimas décadas hemos asistido a una degradación sin precedentes de los sistemas naturales, utilizándolos sin tener en cuenta su capacidad de carga, recuperación o la alteración de áreas sin la evaluación de los impactos futuros, que en algunos casos se evidencian en los efectos ya visibles del cambio climático. Estas dinámicas han sido impulsadas, en gran medida, por un modelo de desarrollo que prioriza la explotación intensiva de los recursos naturales y el crecimiento económico sin límites, sin internalizar los impactos ambientales y sociales que genera. Como consecuencia de ese inadecuado desarrollo o el avance desorganizado, los pueblos y ciudades de todo el mundo quedan expuestos a tragedias ambientales que se traducen en pérdidas millonarias para brindar ayuda ante la emergencia y la recuperación de las localidades.
La región latinoamericana, que alberga una de las mayores concentraciones de biodiversidad del planeta, enfrenta desafíos particulares. A pesar de esta riqueza biológica, los ecosistemas se encuentran bajo una presión constante. La fragmentación de hábitats, la pérdida de conectividad ecológica y la degradación de áreas naturales urbanas y periurbanas, reducen la capacidad adaptativa de las especies y afectan los ciclos ecológicos clave. Este deterioro también tiene implicancias sociales profundas, afectando de manera directa a las comunidades que dependen de los servicios ecosistémicos para su subsistencia y calidad de vida, en particular a pueblos originarios, comunidades campesinas, afrodescendientes y sectores populares urbanos que históricamente han convivido y gestionado la biodiversidad.
En este contexto, las ciudades juegan un rol indispensable. Por un lado, concentran las mayores presiones sobre los ecosistemas, consumo intensivo de recursos, generación masiva de residuos, impermeabilización de suelos, contaminación del aire y pérdida de espacios verdes. Por otro lado, son también espacios privilegiados para la transformación. Los gobiernos locales tienen la capacidad de promover políticas públicas que integren la biodiversidad como un eje estratégico de la planificación urbana, incorporando enfoques de infraestructura verde, restauración ecológica y sistemas de drenaje sostenible. Las ciudades pueden y deben convertirse en aliadas de la biodiversidad, reconociendo que su resiliencia y sostenibilidad están directamente ligadas a la salud de sus entornos naturales
Desde la Vicepresidencia de Desarrollo Urbano Sostenible y Cambio Climático de Mercociudades, reafirmamos nuestro compromiso con una gobernanza ambiental integral, que articule ciencia, política pública y participación social. Creemos firmemente que proteger la biodiversidad no es una opción, sino una necesidad urgente en el marco de la crisis climática y ecológica global. Esto implica asumir que no hay justicia social posible sin justicia ambiental, y que los derechos de las personas están estrechamente vinculados a los derechos de la naturaleza.
Es imperativo avanzar hacia modelos de desarrollo que reconozcan los límites ecológicos del planeta, que valoren la interdependencia entre los sistemas humanos y naturales, y que promuevan la equidad territorial y la inclusión social. La biodiversidad debe estar en el centro de las agendas locales, no como un recurso a explotar, sino como una condición para garantizar la vida en común. La protección y restauración de los ecosistemas, el fortalecimiento de las áreas protegidas, la promoción de la agroecología, el ordenamiento ambiental del territorio y la educación ambiental deben ser componentes estructurales de las políticas públicas. Tampoco se debe perder de vista que somos parte de esa biodiversidad, los pueblos, ciudades y las personas que lo componen somos biodiversos en nuestras razas, culturas y formas de relacionarnos, por lo tanto, cuidar la biodiversidad también es cuidarnos a nosotros y entender que somos un componente más dentro de un ecosistema».