Según informe de la CEPAL se necesitarían 50.000 millones de dólares adicionales por año para poder cumplir con los Objetivos de Desarrollo del Milenio.
El volumen de activos que circulan por los mercados financieros internacionales es gigantesco, pero sólo una fracción muy pequeña de ellos se destina a financiar actividades de desarrollo.
En 2007 se transaron entre 832.000 y 1.000.000 de miles de millones de dólares. Sin embargo, en ese año los donantes de ayuda oficial al desarrollo sólo destinaron unos 100.000 millones de dólares, según la OCDE.
En el artículo Finanzas internacionales y desarrollo: ¿oportunidad o amenaza?, publicado en la Revista de la CEPAL Nº 96, el académico de la Universidad de León (España) Jorge García-Arias, estudia las corrientes de capital privado, la asistencia oficial al desarrollo y el endeudamiento externo.
García-Arias sostiene que se necesitarían, anualmente, al menos 50.000 millones de dólares adicionales para alcanzar los Objetivos de desarrollo del Milenio de las Naciones Unidas. Para cumplir con estas metas se precisan reformas estructurales de gran calado en el sistema financiero internacional y en los instrumentos y mecanismos de financiación del desarrollo.
Según el autor, la espectacular dimensión que han alcanzado los mercados financieros intensifica las interconexiones de los sistemas bancarios, monetarios y financieros nacionales. Sin embargo, desamparos y amenazas se ciernen sobre la conexión finanzas internacionales/desarrollo.
En este contexto, la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD) está llamada a compensar los desequilibrios y rellenar las lagunas que la iniciativa privada genera. La AOD ha evolucionado satisfactoriamente en los últimos años, pero persisten varios problemas: su escaso monto total, su estructura y composición, su volatilidad y su alto grado de concentración espacial y de condicionalidad.
García-Arias propone reformar la arquitectura financiera internacional por la que circulan las corrientes financieras privadas; respetar los compromisos cuantitativos de la AOD, destinando a ella un 0,7% del PIB mundial; reformar los instrumentos de la AOD y reequilibrar su gestión para privilegiar la asociación más que la ayuda entre países donantes y receptores.
Y por último, sugiere poner en marcha algunos mecanismos innovadores de financiación para el desarrollo, específicamente el servicio de financiación internacional (IFF) y los impuestos supranacionales.