Las lluvias torrenciales registradas en varios estados de Brasil desde noviembre, que han ocasionado hasta ahora casi dos centenares de muertes, refuerzan las campañas ambientalistas que claman por medidas de adaptación al cambio climático.
Al menos 136 personas murieron en derrumbes y torrentes ocurridos en el meridional estado de Santa Catarina en los dos últimos meses. Además, numerosas personas desaparecieron y se confirmaron más de 300 casos de leptospirosis, lo cual agravaría el saldo fatal.
Las lluvias inundaron, dañaron o destruyeron las viviendas de más de 1,5 millones de personas, un cuarto de la población del estado. Las regiones afectadas, en el este del estado, son las mas industrializadas y pobladas de Santa Catarina, lo cual supone, además, enormes pérdidas económicas.
En Minas Gerais, en el centro del país, ya se constataron 23 muertes y el desplazamiento de más de 60.000 personas en 97 ciudades.
En Rio de Janeiro y Espírito Santo, estados atlánticos del centro-este, se inundaron los hogares de decenas de miles de personas, por lo menos seis murieron de leptospirosis en una cuenta que tiende a crecer.
«Ojalá nos oigan más después de estos desastres», comentó Edir de Souza, gerente de Prevención del Departamento Estadual de Defensa Civil de Santa Catarina. Su ruego se refiere principalmente en la elaboración del plan urbano, una ley que ordena dónde y qué construir en cada zona de las ciudades.
«Si nos hubieran escuchado, los daños habrían sido menores», acotó Souza. Los derrumbes, torrentes e inundaciones fueron más fatales en barrios construidos en laderas y en áreas inundables que podrían ser evitadas, acotó.
Su esperanza es que el cambio climático y el aumento de los fenómenos meteorológicos extremos «eleven la voz y el poder de los órganos de defensa civil» que por ley deberían existir en los 5.563 municipios de Brasil, pero que no se han creado en cerca de la cuarta parte.
Además de evitar la expansión de las ciudades en áreas de riesgo, el trabajo de prevención comprende desde la preparación de las comunidades y la capacitación de personal a «obras estructurales», como contención de pendientes y liberación de los cursos de agua, explicó Souza.
Ingenieros, investigadores y profesores universitarios de Santa Catarina divulgaron una «reflexión» sobre una tragedia ocurrida en el Valle del Rio Itajaí, en el noreste del estado.
Estos expertos destacaron que las «lluvias intensas son parte del clima subtropical» y por eso no se deben deforestar cerros, laderas y orillas de ríos, como se hizo, agravando las «inundaciones rápidas» y los derrumbes.
«El desafío es reducir la vulnerabilidad», pero el parlamento del estado considera un Código Ambiental que, por presión de hacendados, industriales y constructores, propone reglas que restan protección a los ríos, bosques y zonas elevadas en los cerros, lo cual eleva la posibilidad de desastres y la gravedad de sus efectos, advirtieron.
El este de Santa Catarina sufre lluvias torrenciales en ciclos de siete a diez años. Pero la catástrofe actual superó en gravedad la de 1983, que provocó 49 muertes.
En esta semana, el centro de atención se desplazó al Valle del Araranguá, donde mucha agua bajó de las montañas pero sin escurrirse al mar debido a la marea alta, inundando grandes extensiones.
Será necesario «corregir la salida del agua», explicó el gerente de Prevención de la Defensa Civil, ya preocupado con las enfermedades, la falta de techo para los desalojados, las pérdidas económicas y sus efectos sociales, como el desempleo y la reducción de los ingresos de los municipios, la cual merma los servicios.
Los hechos demuestran que Brasil es «muy vulnerable» a desastres naturales, sean o no efectos del cambio climático, sostuvo el ambientalista Roberto Smeraldi, director de Amigos de la Tierra/Amazonia Brasileña.
Esa vulnerabilidad, sumada a los cambios climáticos a nivel mundial y regional, intensifican los efectos de los fenómenos extremos, «aumentando exponencialmente las posibilidades de desastres» que son «socialmente injustos» porque afectan principalmente a los pobres, se lamentó Smeraldi.
Esa tendencia exige un mayor rigor en la protección de manantiales, bosques, ríos y suelos, pero también a nivel nacional se discuten leyes que van a contramano, pues atemperarían las normas ambientales y reducirían las áreas de conservación boscosa, criticó.
El exceso de lluvias en el este de Santa Catarina contrasta con la sequía en el oeste del mismo estado y los vecinos Paraná y Rio Grande del Sur, donde la escasez de agua ya dañó la agricultura, otra consecuencia que, según los expertos, se agravará con el cambio climático.
Nota de Mario Osava